Discurso Inaugural Facultad Libre de Rosario, Ciclo Lectivo 2006

¿Por qué en la inasible inmensidad del universo hubo un destino tan singular para este astro al que llamamos tierra? ¿Por qué en ese guijarro insignificante que no cesa de girar alrededor del sol como en una incansable danza de apareamiento, hay un país llamado Argentina engarzado como una brillante y controvertida esmeralda? ¿Por qué en ese país, en medio de largas luchas intestinas por merecer dignidad hay una ciudad llamada Rosario que orgullosa y empecinada no ha dejado de parirse a sí misma desde hace casi doscientos años a la rivera de un fraterno pariente del mar? ¿Por qué nosotros? ¿Por qué este día, por qué esta tarde, y este lugar sagrado pletórico de magia que nos tiene aquí reunidos? Con otros nombres propios y otros gentilicios, palabras más, palabras menos, estas son las preguntas que se ha hecho la humanidad desde que el mundo es mundo, con la inequívoca sospecha de que la vida oculta tanto como nos revela.

Es la historia de la humanidad, una larga peregrinación que acontece en ese arcano, a veces despótico, a veces mágico, que llamamos tiempo. Y fue en los meandros de ese caprichoso devenir que 16 años atrás, mientras el calor de enero flameaba en toda la extensión de la llanura, sin siquiera imaginar este momento, pero de algún buscándolo, que un atrevido intelectual argentino escribía al son de una vieja máquina Olivetti: “Unir la ilusión a la realidad, la ciencia al arte, y el conocimiento a la vida cotidiana, es un viejo sueño de aquellos amantes del saber que no se resignan a ver las sociedades sin espíritu crítico y al conocimiento sin posibilidad de intervenir en las realidades abiertas de la vida. Porque no hay teoría sin aventura de ideas, y porque es necesario concebir el lugar del estudiante como la sede natural de un proceso de expresión y creación, desafiando el aburrimiento, la coerción y la ausencia sistemática de vida en las relaciones humanas, abriendo el juego a las prácticas creativas, de carácter cogestionario, autogestionario, productivo y autoproductivo”. El atrevido intelectual argentino autor de estas palabras, se llama Horacio González y el texto forma parte del sustento filosófico en que se basó la Facultad Libre de Venado Tuerto, el original antecedente de esta otra Facultad Libre que hoy se pone en marcha en la ciudad de Rosario, de la mano precisamente de Horacio González, con inalterable osadía y generosidad.

La capacidad para aventurarse en lo desconocido, la insistencia en la interrogación sin fronteras, la creatividad, la espontaneidad, y el carácter de experimento social que se vale de la invención, la reflexión, el debate, el pensamiento crítico y el cultivo de saberes plebeyos como el juego, el amor, y la amistad, siguen siendo las banderas intransigentes de esta experiencia que hoy comienza a desandar su etapa de proyecto para adentrarse firme, anche alegre, en el terreno de lo posible.

Tal situación también es posible gracias a ustedes, a esas mil cien almas que se sintieron convocadas y vieron en la Facultad Libre una oportunidad para estudiar, debatir, retomar asignaturas pendientes, o simplemente para darse un gusto personal. Pero el gusto también es nuestro, de ese equipo maravilloso de personas que conforman la Facultad Libre y que con gran espíritu de servicio y vocación inquebrantable, ha convertido lo ordinario en extraordinario, que ha sido capaz de quitarle horas a su sueño, de trabajar domingos y feriados para montar esta enorme ingeniería de viajes, salas, docentes, e-mails y credenciales que a partir de hoy se encuentra a disposición de todos ustedes. Son las mismas personas que los atendieron, llenaron vuestras fichas y los escucharon entusiasmados cuando se anotaban en una rara materia llamada “educación sentimental”, cuando decían que se sentían intimidados por los nombres de los docentes, o cuando se manifestaban preocupados porque después de un tiempo de no estudiar tenían miedo de no poder entrar en ritmo o de no estar a la altura de las circunstancias; es la persona que tomó nota cuando le decían que venía a la Facultad Libre para salvarse “del naufragio personal”, el que anotó el deseo de ese contador que se abrazó a las materias del área de Filosofía y calidad de vida para alejarse de los números, el que compartió la alegría de los estudiantes de Ciencias Económicas, Ciencias Políticas y Humanidades porque estamos avanzando en la posibilidad de homologar nuestras materias con sus seminarios optativos o porque iba a poder tomar cursos con profesores que hasta hoy formaban parte de sus bibliografías. Y fue precisamente de esas atentas escuchas que surgió la novedosa figura del Partenaire, un recurso por el podrá optar toda persona que se inscriba en 3 o más materias; nombrado por el alumno de su entorno afectivo, laboral o familiar, el Partenaire es un co-equiper, un compinche, y su función es la de acompañar, ayudar, estimular y evaluar la evolución que va teniendo el alumno titular en cada una de las materias que cursa; el Partenaire, además, no paga y goza de los mismos derechos de cursado que un alumno regular. Esto, como la Yapa, una suerte de gentileza o de reconocimiento que los docentes de la Facultad Libre harán a sus alumnos, en tanto que se sienten gratificados por haber sido elegidos para aprender sin ningún tipo de coerción, son parte de nuestro orgullo. Porque todos quienes forman parte de la Facultad Libre de Rosario, desde el primero al último, asumen este proyecto como un desafío, completamente concientes, como decía Tzvetan Todorov, de que las ciencias humanas y sociales son también ciencias morales y políticas, y de que nuestra felicidad no es completa si no se da en un contexto favorable para la felicidad de los demás. Porque todos somos piedra y cincel de una construcción cívica. Como decía Pico de lla Mirandola: “La grandeza del hombre no reside en ocupar un lugar privilegiado en el Universo ni en la excelencia de su naturaleza que le convierte en intermediario de todas la criaturas, ni siquiera en la capacidad inquisitiva de su razón; su grandeza no depende de su ser sino de su libertad que le permite convertirse en libre escultor y modelador de sí mismo”.

La concentración de conocimiento es también concentración de poder, de allí que la Facultad Libre de Rosario abra las compuertas al juego de un saber multiplicador, como lugar de encuentro y creación conjunta, donde todos habremos de aprender y enseñar a la vez, donde los saberes se recategoricen, donde el centro de atención y autoridad mude con la misma libertad que lo hacen nuestros deseos, donde docentes y alumnos sean parte y contrapartes de un todo ágil y diverso, capaz de poner permanentemente en juego el sentido de las cosas y el nuestro propio.

No existen demasiados antecedentes de una confluencia tan amplia y numerosa de criterios, donde docentes, pensadores, artistas, científicos e instituciones de los más alejados puntos del país, cada uno a su modo, haya resuelto poner lo mejor de sí, de manera completamente desinteresada, en función de una construcción común. Y, como dijimos en octubre del año pasado en el acto de lanzamiento, ustedes, los alumnos de la Facultad Libre y la ciudad de Rosario serán los depositarios directos de esa polifonía cultural. Tal vez esa sea la razón por la que hoy estemos aquí experimentando la alquimia del encuentro: para cumplir con la honrosa misión de dar el ejemplo, de demostrar desde este humilde experimento social y cultural que no están agotadas las posibilidades para una vida social e individual más digna. Que así sea. Buenas tardes y bienvenidos a bordo.

Rosario, 17 de abril de 2006. Teatro La Comedia

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